Saturday, October 08, 2011

No sólo en México... pero

Vengo casi bajándome del avión. Entre las primeras cosas que les dije a mis amigos, es que me paren en seco si me aviento cualquier comentario malinchista típico de los recién retornados del viejo continente. No estimado lector, no creo que la gente sea "más bonita en Europa"; ni que los alemanes tengan una industria más exitosa y sólida porque tengan un intelecto superior; ni que la educación que recibí en México sea de ninguna forma inferior al nivel educativo que percibí en mi tiempo allá. Es más, para los amantes de Paris, les confieso que Paseo de la Reforma me parece una avenida con mucho más estética y vida que los Campos Eliseos. Y la queja que quiero huacarearles (en el más comunicativo de los sentidos) esta plácida noche de insomnio, no sólo se da en México, pero vaya que se da bien.
Les planteo una situación hipotética... o real. Tú organizas algo con poco tiempo de anticipación. Sin embargo el trajín frenético de esta maravillosa ciudad permite que la gente confirme de manera eficiente y puntual. Hay quienes no lo hacen. No te puedes quejar, la premura de tiempo fue cosa tuya. Sin embargo, dos horas y media después de la cita original recibes varias, a veces demasiadas, cancelaciones de último minuto (por decirlo así, porque en realidad se dan mucho después de un "último minuto"). Ya de por sí, esas cancelaciones son un poco de mal gusto, pero tienen la cortesía por lo menos de anunciar su falta. Otros, confirmados y todo, ni siquiera tienen la delicadeza  de avisar, y simplemente no se presentan. Y finalmente están los que sabiendo que su presencia era de relativa importancia (y con plena seguridad de que estaban más que enterados) nunca confirmaron. Tal vez buscando tener el pretexto de "yo nuca te dije que caía". En mi opinión sigue siendo una terrible falta de cortesía.
Hoy, días después de regresar de un lugar en donde 5 minutos de impuntualidad eran mal vistos, he decidido que LA INFORMALIDAD se ha convertido en uno de los más graves delitos en mi pequeño mundo de fantasía, penado con muchas horas de esperar en metro Pino Suárez a algo que nunca llegue. Ni hablar de la impuntualidad (una de sus más comunes formas). Es cierto, yo soy tremendamente impuntual. Sin embargo siempre he tratado de anunciar cuando voy tarde, y no hacerlo cuando sé que la gente me espera sólo a mí en un lugar donde esperar no es cómodo. Llegar más de media hora tarde a una cita personal (no a eventitos multitudinarios) y ni siquiera tener la delicadeza de avisar es un insulto pasivo. No se trata de comparar lo que se hace en otros países, pero no puede dejar de ser mucho más molesto cuando vienes acostumbrado a otras cosas. Pero bueno, todo esto es meramente hipotético... o no.
Hace unas semanas les comentaba algunos compromisos sencillos de cambiarle la cara a nuestro país. Hoy les comparto uno más, por lo menos de mi parte. A partir de hoy, me esforzaré el doble por ser puntual, y por nunca tener los desplantes de descortesía que tanto me molestan. Y como aquella campaña de "al que roba, dile LADRÓN", yo comenzaré mi pequeño moviento personal "al que llega tarde o no se presenta sin previo aviso, dile ME ROMPE LAS PELOTAS TU INFORMALIDAD". 
Habló mi insomnio, con o sin una carga de sensatez. Descansen todos.