Wednesday, September 29, 2010

Pasa que...

Pasa que un día conoces a un tipo en un café. Su facha no es la más aseada, su voz no es la más firme y profunda, y su mirada es de esas perdidas.

Pasa que después de una plática de una hora con él te deja una impresión profunda. A pesar de ser incisivo, intolerante y hasta algo desesperante, te cae bien su humor inteligente, agudo y corrosivo. Hasta su nombre, Dios Rojo, es una irónica referencia a su ateísmo y sus tendencias comunistas.

Pasa que decides hacer servicio social en el INCan, asistiendo pacientes en la sala de quimioterapia. Resulta ser más edificante que perturbador, contrario a lo que esperabas.

Pasa que un día te encuentras en la sala de quimio una cara conocida, atacada por una parálisis reciente derivada de un cáncer no tan reciente. Y a pesar de no ser un amigo cercano, ni nada parecido, te mueve alguna fibra sensible.

Pasa que la gente que se esconde tras una barrera de hermetismo antisocial, humor negro y corrosivo, e idealismo cuasi-utópico, se ve aún más vulnerable en las posiciones vulnerables. Parece que lo acosa algo más que la simple enfermedad.

Pasa que te confiesa que a pesar de haber acordado términos con el cancer, no podría manejar la condescendencia de sus compañeros de ajedrez. Puede que su peor miedo no sea perder la lucha contra su enfermedad, sino ganar una partida de ajedrez por lástima.

Pasa que la salud se merma y se desgasta, pero queda la satisfacción de ganarle al mejor ajedrezista que conoces y provocarle reacciones infantiles. Puede ser que esa sea la razón para sonreir de un hombre que dosifica sus sonrisas más que su ingesta de café.

Pasa que algunos disfrutan la vida a través de cosas que parecerían muy triviales para otros. ¿Pero quién soy yo para decirles que están mal?...

Pasa que a Dios te lo encuentras en los lugares menos esperados (Y no hablo de nada cercano a la religión).

Monday, September 20, 2010

Todo se muere

En la casa MacKinney se dan historias curiosas de vez en cuando. En general debo decir que la familia de mi madre es en extremo curiosa. No podría definirla más que con un mar de palabras llenas de color: folclórica, risueña, sarcástica, irónica, ruidosa. y con una extraña mezcla de tradiciones de lo más conservadoras, aderezadas con ideales progresistas y semi-revolucionarios, sólo para empezar.

Así pues, reza un dicho popular "dime con quien andas y te diré quién eres". No siempre es el caso, pero una de las anexas a esta familia, esposa de uno de mis tíos, es sin duda el caso: La tía Karla. Su humor y carácter comparte mucho con aquel de mi familia, y hasta me recuerda un poco al de mi madre (del que ya les he dado algunos ejemplos).

Este sábado fuimos, como vamos casi religiosamente cada puente de septiembre, a comer los aclamados chiles en nogada de mi abuela. Nunca les he escuchado una mala crítica; es más, nunca les he escuchado una crítica regular, dicen que son simplemente excelentes. Pero aquellos que me conocen saben lo naquito que soy para eso del gurmé, por lo que apenas una vez los he probado, y por el momento no pasa de "debut y despedida". El hecho es que más allá de los cihles, la plática siempre tiene algún pasaje mencionable. En este caso las palmas se las llevo mi antes mencionada tía al contarnos una anécdota reciente.

Resulta que a su hija (mi prima de apenas 6 años) le compraron una tortuga recientemente. Y como todos los animales que dependen de los cuidados de un infante, no duró mucho el pobre reptil. Mi prima comenzó a hacer uno de esos típicos panchitos infantiles por la pérdida. Mi tía sin dudarlo interpuso una de esas frases en las que sobra el tacto y la ternura: "Ay hija, no empieces a llorar, es natural, ¡todo se muere! Primero tu tortuga, luego tu papá y luego yo. Así que ni hagas dramas desde ahorita". Yo estaba azotado de la risa de la frialdad con la que contaba la historia, y orgullosa concluyó: "Al final la niña no quiso ni enterrarla en el jardín, Me dijo 'tírala a la basura mamá'. No'mbre, para que luego ande como su tía Claudia llorando a un perro por 3 días, ¡qué hueva!".

Críticable o no los métodos de acercar a sus hijos a la tanatología y el concepto de la muerte. Pero la ocurrencia fue realmente buena. Esperemos nada más que el día que se muera alguno de sus seres queridos (tocamos madera), mi prima no reponga en el velorio "Tranquilos, ¿por qué lloran?, ¡todo se muere!, mejor tírenlo a la basura y ya".

Sunday, September 05, 2010

Hasta siempre, Germán

Pasa que soy uno de esos lectores poco constantes. Ustedes habrán notado que, en general, la constancia no es uno de mis dotes. Nomás bájenle tantito al scrollbar y se darán cuenta, queridos visitantes, que mi último post fue un preámbulo del la fatídica eliminación de nuestra heróica selección mexicana hace ya dos meses y medio. Para mí, leer y escribir son ambos placeres profundos, pero resbaladizos. Aunque generalmente lo que leo es más productivo que las sandeces que se vierten en este sarcástico contenedor de verborrea.


Yo recuerdo bien la primera vez que leí a Germán Dehesa. Fue por las épocas rancias de la carrera presidencial de 1994. Era yo un mocoso y poco entendía de su humor preciso y su ácida crítica social. Supongo que me cayó bien por el profundo amor a los Pumas, pero a decir verdad no apreciaba todo lo que sus letras cargaban.

Años después, no muchos, pero suficientes para que mi criterio y capacidad análitica tuvieran un poco más de forma, fui a Cancún con mis hermanos. A la fecha, procuro llevar siempre un libro cuando viajo. Aquella vez recuerdo muy bien que llevaba el "Fallaste corazón" del susodicho Dehesa. Es un compendio, si no mal recuerdo, de sus columnas a lo largo del sexenio de Salinas. Muy recomendable para los que compartimos el humor ácido y la trágicamente pesada carga de un ápice de conciencia social. Me volví fan del hombre. Recuerdo que por las últimas páginas del libro me cruce con la primera (y única hasta entonces) columna que había leído de Germán hacia ya casi un lustro. Fue como cuando ves un capítulo de los Simpson que viste a los 6 años y por fin entiendes la otra mitad de los chistes y las críticas.

Pero como dije, la constancia no se asoma en mis hábitos de léctura. Desde entonces debo confesar que poco fue lo que leí del difunto columnista. Mucho menos de lo que me hubiera gustado. Hay dos factores: el primero es que cuando caes en las garras de una ingeniería, las lecturas de "papers" y "transactions" de investigación técnica entumecen las región de lectura del cerebro. Y por otro lado está mi profundo odio a los periódicos. Apenas si soporto ojear el publimetro durante 10 minutos para medio saber qué le ha pasado al mundo en las últimas 24. Tal vez leía una columna al mes de Germán, tal vez unas cuantas. A veces ni eso. Sin embargo siempre lo he tenido en muy alta estima y admiración.

Dehesa me podía sacar sonrisas con los temas más trágicos, o me podía inspirar reflexiones profundas con los temas más triviales. Me ponía de buenas verlo en el palco de honor en CU cada 15 días. Me agradaba mucho verlo darle lecciones de vida  José Ramón Fernández en "Los Capitanes" de ESPN.

La verdad es que hubiera sido un honor estrechar la mano del escritor y depositarle unas palabras que ilustraran la admiración que me inspiraba. Lamentablemente el cáncer se lo ha llevado antes de que lo pudiera hacer. Apenas alguna vez intercambié un par de correos que amablemente me contestó de manera breve, pero siempre atenta. Hoy me tendrá que bastar con compartirles algunas de sus últimas palabras, y seguir leyendo sus piensos, para que sean las letras las que lo mantengan vivo por mucho tiempo más:

Trato de vivir sobre las puntitas de los pies, pues en mis delirios, imagino que si casi no hago ruido, la enfermedad no se va a percatar de mi presencia y me permita colarme a la vida que es a donde me gusta estar. Como quien dice, mi vida es casi secreta y su único nuevo rasgo que yo detecto es la impaciencia. 
[...] Me molesta casi tanto como a ustedes, este tipo de artículos donde tengo que ponerle luto a mis palabras y no sacarlas a pasear para que se asoleen que es lo que a mí más me gusta; pero dibodobadito, tarde o temprano los médicos logran llevarte a sus terrenos y ahí es la de no te entumas y no le saques, manito. Por esas latitudes transito yo en la actualidad.
[...] Voy terminando. Este artículo y sólo este artículo. Yo tengo que guardar reposo por algunos días, pero muy pronto volveré a vestir mi uniforme azul y oro y a sembrar el pánico por todas las canchas de la República. Ahí me los encontraré. Mañana nos vemos. ¿Entendido?. (los invito a leer esta, su última columna, completa aquí)




Hasta siempre, Germán. Descansa en letras.