Monday, September 20, 2010

Todo se muere

En la casa MacKinney se dan historias curiosas de vez en cuando. En general debo decir que la familia de mi madre es en extremo curiosa. No podría definirla más que con un mar de palabras llenas de color: folclórica, risueña, sarcástica, irónica, ruidosa. y con una extraña mezcla de tradiciones de lo más conservadoras, aderezadas con ideales progresistas y semi-revolucionarios, sólo para empezar.

Así pues, reza un dicho popular "dime con quien andas y te diré quién eres". No siempre es el caso, pero una de las anexas a esta familia, esposa de uno de mis tíos, es sin duda el caso: La tía Karla. Su humor y carácter comparte mucho con aquel de mi familia, y hasta me recuerda un poco al de mi madre (del que ya les he dado algunos ejemplos).

Este sábado fuimos, como vamos casi religiosamente cada puente de septiembre, a comer los aclamados chiles en nogada de mi abuela. Nunca les he escuchado una mala crítica; es más, nunca les he escuchado una crítica regular, dicen que son simplemente excelentes. Pero aquellos que me conocen saben lo naquito que soy para eso del gurmé, por lo que apenas una vez los he probado, y por el momento no pasa de "debut y despedida". El hecho es que más allá de los cihles, la plática siempre tiene algún pasaje mencionable. En este caso las palmas se las llevo mi antes mencionada tía al contarnos una anécdota reciente.

Resulta que a su hija (mi prima de apenas 6 años) le compraron una tortuga recientemente. Y como todos los animales que dependen de los cuidados de un infante, no duró mucho el pobre reptil. Mi prima comenzó a hacer uno de esos típicos panchitos infantiles por la pérdida. Mi tía sin dudarlo interpuso una de esas frases en las que sobra el tacto y la ternura: "Ay hija, no empieces a llorar, es natural, ¡todo se muere! Primero tu tortuga, luego tu papá y luego yo. Así que ni hagas dramas desde ahorita". Yo estaba azotado de la risa de la frialdad con la que contaba la historia, y orgullosa concluyó: "Al final la niña no quiso ni enterrarla en el jardín, Me dijo 'tírala a la basura mamá'. No'mbre, para que luego ande como su tía Claudia llorando a un perro por 3 días, ¡qué hueva!".

Críticable o no los métodos de acercar a sus hijos a la tanatología y el concepto de la muerte. Pero la ocurrencia fue realmente buena. Esperemos nada más que el día que se muera alguno de sus seres queridos (tocamos madera), mi prima no reponga en el velorio "Tranquilos, ¿por qué lloran?, ¡todo se muere!, mejor tírenlo a la basura y ya".

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