Sunday, September 05, 2010

Hasta siempre, Germán

Pasa que soy uno de esos lectores poco constantes. Ustedes habrán notado que, en general, la constancia no es uno de mis dotes. Nomás bájenle tantito al scrollbar y se darán cuenta, queridos visitantes, que mi último post fue un preámbulo del la fatídica eliminación de nuestra heróica selección mexicana hace ya dos meses y medio. Para mí, leer y escribir son ambos placeres profundos, pero resbaladizos. Aunque generalmente lo que leo es más productivo que las sandeces que se vierten en este sarcástico contenedor de verborrea.


Yo recuerdo bien la primera vez que leí a Germán Dehesa. Fue por las épocas rancias de la carrera presidencial de 1994. Era yo un mocoso y poco entendía de su humor preciso y su ácida crítica social. Supongo que me cayó bien por el profundo amor a los Pumas, pero a decir verdad no apreciaba todo lo que sus letras cargaban.

Años después, no muchos, pero suficientes para que mi criterio y capacidad análitica tuvieran un poco más de forma, fui a Cancún con mis hermanos. A la fecha, procuro llevar siempre un libro cuando viajo. Aquella vez recuerdo muy bien que llevaba el "Fallaste corazón" del susodicho Dehesa. Es un compendio, si no mal recuerdo, de sus columnas a lo largo del sexenio de Salinas. Muy recomendable para los que compartimos el humor ácido y la trágicamente pesada carga de un ápice de conciencia social. Me volví fan del hombre. Recuerdo que por las últimas páginas del libro me cruce con la primera (y única hasta entonces) columna que había leído de Germán hacia ya casi un lustro. Fue como cuando ves un capítulo de los Simpson que viste a los 6 años y por fin entiendes la otra mitad de los chistes y las críticas.

Pero como dije, la constancia no se asoma en mis hábitos de léctura. Desde entonces debo confesar que poco fue lo que leí del difunto columnista. Mucho menos de lo que me hubiera gustado. Hay dos factores: el primero es que cuando caes en las garras de una ingeniería, las lecturas de "papers" y "transactions" de investigación técnica entumecen las región de lectura del cerebro. Y por otro lado está mi profundo odio a los periódicos. Apenas si soporto ojear el publimetro durante 10 minutos para medio saber qué le ha pasado al mundo en las últimas 24. Tal vez leía una columna al mes de Germán, tal vez unas cuantas. A veces ni eso. Sin embargo siempre lo he tenido en muy alta estima y admiración.

Dehesa me podía sacar sonrisas con los temas más trágicos, o me podía inspirar reflexiones profundas con los temas más triviales. Me ponía de buenas verlo en el palco de honor en CU cada 15 días. Me agradaba mucho verlo darle lecciones de vida  José Ramón Fernández en "Los Capitanes" de ESPN.

La verdad es que hubiera sido un honor estrechar la mano del escritor y depositarle unas palabras que ilustraran la admiración que me inspiraba. Lamentablemente el cáncer se lo ha llevado antes de que lo pudiera hacer. Apenas alguna vez intercambié un par de correos que amablemente me contestó de manera breve, pero siempre atenta. Hoy me tendrá que bastar con compartirles algunas de sus últimas palabras, y seguir leyendo sus piensos, para que sean las letras las que lo mantengan vivo por mucho tiempo más:

Trato de vivir sobre las puntitas de los pies, pues en mis delirios, imagino que si casi no hago ruido, la enfermedad no se va a percatar de mi presencia y me permita colarme a la vida que es a donde me gusta estar. Como quien dice, mi vida es casi secreta y su único nuevo rasgo que yo detecto es la impaciencia. 
[...] Me molesta casi tanto como a ustedes, este tipo de artículos donde tengo que ponerle luto a mis palabras y no sacarlas a pasear para que se asoleen que es lo que a mí más me gusta; pero dibodobadito, tarde o temprano los médicos logran llevarte a sus terrenos y ahí es la de no te entumas y no le saques, manito. Por esas latitudes transito yo en la actualidad.
[...] Voy terminando. Este artículo y sólo este artículo. Yo tengo que guardar reposo por algunos días, pero muy pronto volveré a vestir mi uniforme azul y oro y a sembrar el pánico por todas las canchas de la República. Ahí me los encontraré. Mañana nos vemos. ¿Entendido?. (los invito a leer esta, su última columna, completa aquí)




Hasta siempre, Germán. Descansa en letras.




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