Friday, August 26, 2011

Me duele mi país



No son los 53 muertos de Monterrey. Ni los 72 de Tamaulipas. No son los operativos “quirúrgicos” en Cuernavaca para atrapar a Beltrán Leyva. Tampoco las granadas en Morelia, los más de 15,000 muertos de 2010, o los más de 1000 menores muertos en lo que va de una guerra en la que todos vamos perdiendo. No son las historias que lees en periódicos amarillistas y que no encuentras en publicaciones serias (historias que hace años hubiera desestimado, pero hoy me cuesta dudar de su veracidad).
Lo que hoy me lleva al borde de las lágrimas es acordarme de cómo éramos antes de eso. Apenas ayer, mientras en Monterrey un grupo de sociópatas preparaban un ataque infame a la población civil, un tipo me preguntaba en un minisúper de Alemania de dónde venía. Le dije orgulloso que venía de México. Su reacción fue sonreír y emular a un tipo disparando un arma de alto poder, a lo que agregó en tono juguetón “Mexico!! Drug Mafia!!”.  Si hace 10 años hubiera pasado lo mismo, seguramente aquel hombre hubiera dicho “Tequila, Sombrero, Hugo Sanchez”. Creo que prefería los estereotipos de antes.
Cómo le explicas a la gente que no lo conoce, que tu país es más de lo que ven en los periódicos. Y peor aún, ¿cómo te convences a ti mismo de que esa violencia aún no rebasa todas las bondades que ofrece nuestro país? ¿Cómo lavas tu orgullo de ser mexicano?
Es increíble que a estas alturas, vivir en la Ciudad de México es un privilegio en términos de seguridad. Sí, te pueden asaltar igual que hace años, te pueden llevar de paseo unas horas, golpearte y dejarte en la calle sin zapatos, sin reloj, sin dinero y con un buen susto. Pero por lo menos está cabrón que te atravieses en una balacera entre el ejército y algún cártel.
Hizo falta un ataque sin precedentes en una de las ciudades más importantes de nuestro país, para que muchas personas que generalmente prefieren “no voltear”, alzaran su voz en señal de hartazgo, de indignación. Ahora sí, hoy todos hablamos de lo mal que está México. Hoy todos nos quejamos. Hoy todos somos víctimas. Y ahora, ¿qué hace falta para que todos dejemos de hablar, y comencemos a actuar?, ¿estamos esperando a que la situación sea insostenible?, ¿cuándo vamos a dejar de dar mordidas?, ¿cuándo vamos a promover un cultura de respeto?, ¿cuándo vamos a dejar de menospreciar al indígena, al provinciano, al chilango, al pipope, al regio, al puto, al mocho, al ateo?
Nos jactamos de ser una sociedad “bien incluyente we… bien cosmopolita we… somos una mezcla de razas we”. No somos una mezcla de nada, somos mexicanos. Y nos guste o no, nuestras decisiones, nuestro trabajo y nuestros actos afectan a otros 120 millones de mexicanos. Nos guste o no la lamentable política que practican nuestros gobernantes nos afecta directamente.
Estas semanas, aún antes de lo ocurrido en el Casino Royale de la capital regiomontana, empezaron a circular diversas iniciativas. No se trata de hacer paros, marchar hacia un edificio para hablar con sus paredes o tomar las armas y hacer esta guerra aún más nuestra. Se trata de cambiar al país desde sus raíces. En la manera en la que actuamos, en la que damos el ejemplo, en la que educamos. Trabajar mejor, respetar al vecino, no tirar basura, respetar las leyes, pagar impuestos como debes. Son cosas básicas, pero que pocos hacen. Levantar la voz es un buen inicio. Comprometerse es aún mejor. Yo me comprometo a trabajar por un México mejor. ¿Y tú?

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