Wednesday, April 14, 2010

Michigan v2.0

El pueblo se llama Tenexpa, y se encuentra dentro del municipio Tecpan de Galeana, Guerrero. Está a sólo un par de horas al norte del tan-típico-que-da-hueva puerto de Acapulco. Le dicen "Isla de pájaros" aunque en realidad es una barra. Es mejor conocido como "Playa Michigan", y sigo sin entender enteramente por qué (Ayyy ps por nacos nooo? o sea, tipo le pongo nombre gringo a mi playa para que crean que está sexy... o no). Dejas tu coche junto con todas tus preocupaciones en un estacionamiento, y una lancha te lleva a la playa donde montas las tiendas de campaña. 

En total eramos 7 viajeros:

- Las 3 damas (Luz, María y Caro)
- Los 3 ingeñeros (El Vic, el Lyn, y el Cesi - de César -... el artículo es para hacer énfasis en lo arrieros)
- Su servidor (El chofer, o la señora de los chinos, por eso de que el pelo se me pone necio en la costa)

Tres de nosotros ya la habíamos visitado el año pasado (Luz, Caro y la señora de los chinos). Sabíamos que el dinero difícilmente es problema, y que la logística es sencilla. Nos reunimos un día antes a hacer las compras pertinentes para sobrevivir sin luz y sin servicio de comidas por la noche. Agua, refrescos, y una saludable cantidad de alcohol. El viaje de ida no tuvo mayor contratiempo. Salimos tarde (para variar) y pasamos a desa-comer en Tres Marías. Llegamos al embarcadero y descargamos equipaje y víveres. Después de estacionar el coche sólo quedaba disfrutar el viaje en lancha (sin albur) a la luz de un hermoso atardecer.

Llegamos al enramado de Miguelonche, dónde ya habíamos parado la vez pasada. Montamos las tiendas y cenamos. Vimos la luna, y nos sentamos un rato en la playa. Yo estaba demasiado cansado del insomnio de la noche anterior y de la manejada, así que dormí temprano.
No planeo aburrirlos con cada detalle del viaje. Basta decir que en ese lugar el tiempo corre a otro ritmo. Uno duerme 8 horas y despierta como si hubiera dormido un día entero. El mar era una cosa impresionante, combinando los tonos turquesa y azul marino en cada ola. 

La fruta para desayunar en la mañana es una delicia, y ni hablar de la comida que venden en el enramado... uff. Por $75 te traen un pescado a la talla o unos camarones al mojo dignos de múltiples repeticiones. Tortillas hechas a mano, frijoles, pescadillas y sopecitos. Todo para comer como degenerado y gastar poco.

Las mujeres se dedicaron a asolearse, pintar tatuajes temporales con henna y entrar en reflexiones filosóficas sobre la trascendencia inspiradas en malvaviscos. Unos se dedicaron a asegurarse de que el alcohol no dañara a otros. Echamos un rato de tochito para sacudirnos la hueva. Hubo fogatas nocturnas alimentadas por los tablones de una construcción a medias. Y horas extendidas de calma total. Muy recomendable seguir el itinerario que nosotros seguimos: llegar en domingo y regresar en jueves santo. Con decirles que en la última comida el comentario más acertado fue "no manches esto ya parece caleta".


Al final no podíamos irnos sin que yo pagara mi falta de atención "regalando" mi celular y mi iPod. Y tampoco pudo faltar el horrible karma que me cargo con los coches: al regresar al estacionamiento tenía una llanta ponchada, y la refacción que trae es de esas que parecen de triciclo. Una visita a una vulcanizadora en Tecpan y asunto resuelto. En la carretera nos topamos con un primo caminando descalzo justo sobre la línea que divide el acotamiento y la autopista, a decenas de kilómetros de cualquier poblado. Hubo quien insistió en que vimos un fantasma. Yo digo que nomás era un p+nd+j*. 


Así las cosas, regresamos de noche a la inclemente realidad de la Ciudad de México. Ya veremos a dónde nos lleva la semana santa del próximo año.

1 comment:

Anonymous said...

Te faltaron los delfines!!